Nahuel con su salmón de 2.5Kg.
El grupo en pleno. De izquierda a derecha: José Luis, Tomy, Nahuel, Andrés y Antonio.
Antonio con el salmón de 7Kg.
José Luis en el pozo de la suerte
José Luis en el pozo de la suerte
Cumpliendo con la promesa del viaje anterior, nos fuimos a principios de diciembre del año pasado devuelta a corcovado en compañía de 3 amigos de toda la vida, 2 de ellos, Antonio y Tomy responsables de mi pasión por la pesca deportiva ya que a principios de los ´70 cuando yo tenía 12 años me enseñaron a pescar con artificiales tarariras en las laguna de Buenos Aires y dorados y surubíes en aguas del Paraná y Uruguay. Hoy en día ellos tienen 70 largos, yo 50, Andrés (hijo de Antonio) pasó los 30 y Nahuel mi hijo casi 20, toda una vida de amistad y de excursiones de pesca que nos ha llevado desde corrientes y ahora hasta Corcovado en la provincia de Chubut.
Con esta carga emotiva salimos un lunes de Diciembre por la mañana hacia el Refugio del Pescador, donde llegamos por la tarde y nos contactámos con “El Zorro” Hernández, nuestro guía de la excursión anterior para salir a la mañana siguiente. Al otro día encaramos directo al pozo de la cantera, éramos seis pescando en este sector del río. Estuvimos un rato largo sin ver actividad, a media mañana, la estrella del reel de Andrés empezó a sonar, a ello se le agregaron sus gritos y los ruidos en el río, producto de los saltos del salmón. Mientras que levantamos nuestras líneas y llegamos hasta ahí (Andrés era él último río abajo) llegamos justo para ver los gestos de bronca del zorro y Andrés mirando el reel sin entender nada y, mirándome, me decía: “me quemó el freno del reel”, las corridas que le pegó realmente le habían quemado el ferodo del reel y, al quedarse sin freno, en el último salto se desprendió de la cuchara. Coincidimos con el guía que era un macho de aproximadamente de 14 kg. Con desilusión por la pérdida, sabiendo que no se podían perder piques, pues no iban a ser abundantes, nos fuimos rumbo al pozo de la escuela, al llegar al lugar Antonio le pregunta al guía como lanzar en este pozo ya que está en una barranca de 10mts de altura aproximadamente y es un pozo chico que hay que turnarse para pescarlo. El zorro le dice: “vení que tiro yo y te explico”. Acto seguido el zorro lanza la cuchara y al tocar el agua es tomada por un salmón que luego de 15 minutos de lucha y una descolgada por la barranca agarrándose de los sauces pudimos traer hasta la orilla a esta máquina que pesó 7 kg. Como estábamos cerca del mediodía y mis amigos estaban enloquecidos con el salmón, decidimos ir al refugio a almorzar. Me olvidé de comentarles que mis amigos son japoneses, obviamente, limpiamos el salmón, le sacamos la piel y lo comimos en sashimi (salmón crudo macerado en salsa de soja acompañado con wasabi).
“7 Kg de salmón tienen que sobrar para la noche “, dijo Antonio, en conclusión, a la noche comimos fideos, cuando hay pescado tan fresco hay que aprovechar.
Esa tarde la dedicamos al sector del río llamado “la poza “, pero sin suerte. Al otro día fuimos directo al pozo de “la greda blanca “, un pozo de 200 mts de largo, con una barranca de frente y muy cómodo para pescar, pero de los salmones ni noticias. Ya nos volvíamos para la cabaña y el zorro nos dice que podríamos para a hacer unos tiritos en el pozo de la suerte. Obviamente le dijimos que sí, no distribuimos por la orilla y, luego de un rato sin piques, mi hijo Nahuel, cambia la cuchara artesanal que recomiendan en la zona y coloca un toby y, en el primer lance, clava un salmoncito de 2,5 kg que luego de espectaculares saltos y corridas fue devuelto al agua en compensación a la gratificación que nos había proporcionado.
Esa tarde y todo el día siguiente, recorrimos todos los sectores del río que se pueden pescar, pero no tuvimos más pique, los veíamos saltar (sobre todo a la tardecita) sin tener idea de porque lo hacen. Lo que si lograron los salmones, es dejarnos más calientes que pava de chacra, en definitiva, partimos rumbo a San Martín de los Andes contentos por los días que pasamos en Corcovado y dispuestos a tener revancha con las truchas en los días siguientes en la zona de San Martín, pero eso es otra historia…………..
Con esta carga emotiva salimos un lunes de Diciembre por la mañana hacia el Refugio del Pescador, donde llegamos por la tarde y nos contactámos con “El Zorro” Hernández, nuestro guía de la excursión anterior para salir a la mañana siguiente. Al otro día encaramos directo al pozo de la cantera, éramos seis pescando en este sector del río. Estuvimos un rato largo sin ver actividad, a media mañana, la estrella del reel de Andrés empezó a sonar, a ello se le agregaron sus gritos y los ruidos en el río, producto de los saltos del salmón. Mientras que levantamos nuestras líneas y llegamos hasta ahí (Andrés era él último río abajo) llegamos justo para ver los gestos de bronca del zorro y Andrés mirando el reel sin entender nada y, mirándome, me decía: “me quemó el freno del reel”, las corridas que le pegó realmente le habían quemado el ferodo del reel y, al quedarse sin freno, en el último salto se desprendió de la cuchara. Coincidimos con el guía que era un macho de aproximadamente de 14 kg. Con desilusión por la pérdida, sabiendo que no se podían perder piques, pues no iban a ser abundantes, nos fuimos rumbo al pozo de la escuela, al llegar al lugar Antonio le pregunta al guía como lanzar en este pozo ya que está en una barranca de 10mts de altura aproximadamente y es un pozo chico que hay que turnarse para pescarlo. El zorro le dice: “vení que tiro yo y te explico”. Acto seguido el zorro lanza la cuchara y al tocar el agua es tomada por un salmón que luego de 15 minutos de lucha y una descolgada por la barranca agarrándose de los sauces pudimos traer hasta la orilla a esta máquina que pesó 7 kg. Como estábamos cerca del mediodía y mis amigos estaban enloquecidos con el salmón, decidimos ir al refugio a almorzar. Me olvidé de comentarles que mis amigos son japoneses, obviamente, limpiamos el salmón, le sacamos la piel y lo comimos en sashimi (salmón crudo macerado en salsa de soja acompañado con wasabi).
“7 Kg de salmón tienen que sobrar para la noche “, dijo Antonio, en conclusión, a la noche comimos fideos, cuando hay pescado tan fresco hay que aprovechar.
Esa tarde la dedicamos al sector del río llamado “la poza “, pero sin suerte. Al otro día fuimos directo al pozo de “la greda blanca “, un pozo de 200 mts de largo, con una barranca de frente y muy cómodo para pescar, pero de los salmones ni noticias. Ya nos volvíamos para la cabaña y el zorro nos dice que podríamos para a hacer unos tiritos en el pozo de la suerte. Obviamente le dijimos que sí, no distribuimos por la orilla y, luego de un rato sin piques, mi hijo Nahuel, cambia la cuchara artesanal que recomiendan en la zona y coloca un toby y, en el primer lance, clava un salmoncito de 2,5 kg que luego de espectaculares saltos y corridas fue devuelto al agua en compensación a la gratificación que nos había proporcionado.
Esa tarde y todo el día siguiente, recorrimos todos los sectores del río que se pueden pescar, pero no tuvimos más pique, los veíamos saltar (sobre todo a la tardecita) sin tener idea de porque lo hacen. Lo que si lograron los salmones, es dejarnos más calientes que pava de chacra, en definitiva, partimos rumbo a San Martín de los Andes contentos por los días que pasamos en Corcovado y dispuestos a tener revancha con las truchas en los días siguientes en la zona de San Martín, pero eso es otra historia…………..
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